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Mi nombre no es ese yo no salgo en internet
 

En internet aparecen 284.134 personas con mi nombre pero ninguna soy yo. Yo no salgo en internet. Mi padre se enfada porque no uso su apellido, pero tampoco es justo que me pusieran el apellido más feo primero. Valera era el apellido de mi abuelo Tomás, pero no sé nada de él. Murió cuando yo nací, porque según mi madre siempre tiene que morir alguien de la familia para dejar un hueco. En mi ordenador no hay nada de él. Su nombre no aparece en internet, y eso significa que está muerto de verdad.

 

Sus cenizas están en una calle de escaleras del Carmelo, porque es allí donde conoció a mi abuela. Yo aún no sé dónde metería mis cenizas. Si pudiera, las metería dentro de un pen drive de esos que tienen forma de algo. Dentro, con mis cenizas, habría un virus que entraría a todos los ordenadores a los que me conectase para poder vivir dentro de ellos y así no morir nunca, aunque la vida eterna tampoco me apetece demasiado y quizás ya estoy muerta, porque el otro día me robaron la mochila con toda mi vida dentro y ahora no sé por dónde empezar, y solo me queda lo que aparece de mí en internet.

 

Quizás debería haber hecho una copia de seguridad de mis archivos, y ahora estarían en la nube. Ya no recuerdo qué tenía en ese ordenador, solo mi escritorio lleno de cosas y el desorden. Yo desordeno todo y siempre tengo demasiadas pestañas abiertas, como ahora que no encuentro lo siguiente que iba a decir. No tengo claro cuál es mi estilo ni sé bien cómo explicarlo. Quiero que mis cortos se vean en navegación oculta y que los tengas que borrar del historial, aunque ya nadie borra el historial, solo si haces algo malo de verdad como usar Facebook.

 

………………..  Me dan miedo los silencios, y por eso me gusta el montaje, porque puedo quitarlos o dejarlos, pero al menos los tengo controlados. En la vida real no, y por eso me dicen que hablo demasiado, aunque a mí la vida real no me interesa del todo. Prefiero vivir en internet y en la mentira, y que me mientan, y yo mentir a otros. Me gusta que se vea el cartón de las paredes, que se escuche el corte, que las cosas no terminen de encajar, porque ahí es donde aparece algo verdadero.

 

Me gusta escribir a mis personajes sin nombre porque no puedo nombrarles sin conocerlos. Un nombre te limita, te condiciona, te obliga a ser de una forma. Si me hubiese puesto el nombre a mí misma me llamaría Valera, y quizás ahora entendería todo un poco más y quizás saldría en internet. Aunque ahora tengo un dominio, un link con mi nombre, y eso es lo más cerca a bautizarme que he estado y estaré jamás.

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